4. El drama teológico

Tirso de Molina es el pseudónimo del fray Gabriel Téllez, un fraile de la Orden de la Merced. Aunque fuera procesado por unas comedias consideradas "de malos incentivos y ejemplos" según la Junta de Reformación de las Costumbres (Josa y Lambea, 2007), esta obra trata la muerte como el castigo al pecado capital de la soberbia de don Juan, lo que también ha trascendido en su carácter mitológico.

La muerte supone en el mito el castigo que se ha ido advirtiendo a lo largo de la obra. Don Juan, como si de un ángel caído se tratara, se verá castigado ante la justicia de Dios que hasta la tercera jornada se ha mantenido al margen sin cuestionarlo, y será condenado al infierno en su caída trágica. La muerte le llega tan de pronto como el amor. ante las advertencias como las que hemos podido leer y oír en los fragmentos y en las audiciones, don Juan respondía con su leitmotiv «¡Qué largo me lo fiáis!», en contraposición a la concepción lineal del tiempo cristiano. Leamos el canto anónimo final y escuchemos el sentido del leitmotiv tantas veces pronunciado en la obra:


Adviertan los que de Dios
juzgan los castigos grandes,
que no hay plazo que no llegue
ni deuda que no se pague
(vv. 2722-2725)


Texto: Tirso de Molina (1579-1648)
Música: ¿Manuel Correa (ca. 1600-1653)?
Madrid. Biblioteca Nacional: Libro de Tonos Humanos (1655-1656)
Lisboa. Biblioteca de Ajuda: Cancionero Poético-Musical Hispánico de Lisboa (s. XVII)    


Hacia el final de la tercera jornada muere el héroe del mito nacido en las playas de Tarragona, esta vez en una iglesia sevillana ante el sepulcro de don Gonzalo de Ulloa. "Don Juan, el burlador de las leyes humanas, no pudo con la divina." (Josa y Lambea, 2007: 8). El antagonista de don Juan al final de la obra no son las mujeres, sino la estatua del Comendador que toma la entidad del personaje de don Gonzalo de Ulloa, padre de la burlada doña Ana, ante cuya tumba se había burlado con anterioridad. Don Gonzalo invita al protagonista y a su lacayo a cenar en su capilla, y en la escena más fúnebre de la obra sucede "el apretón de manos de fuego, el ruego a destiempo de confesión de don Juan, su grito final" (Navarro, 2003: 37):

DON GONZALO:
Dame esa mano.

No temas; la mano dame.
DON JUAN:
¿Eso dices? ¿Yo, temor?

¡Que me abraso! ¡No me abrases

con tu fuego!
DON GONZALO:
Éste es poco

para el fuego que buscaste.

Las maravillas de Dios

son, don Juan, investigables,

y así quiere que tus culpas

a manos de un muerto pagues;

y si pagas de esta suerte,

………………………………

ésta es justicia de Dios:

quien tal hace que tal pague.
DON JUAN:
¡Que me abraso! ¡No me aprietes!

Con la daga he de matarte,

mas ¡ay, que me canso en vano

de tirar golpes al aire!

A tu hija no ofendí,

que vio mis engaños antes.
DON GONZALO:
No importa, que ya pusiste

tu intento.
DON JUAN:
Deja que llame

quien me confiese y absuelva.
DON GONZALO:
No hay lugar, ya acuerdas tarde.
DON JUAN:
¡Que me quemo! ¡Que me abraso!

Muerto soy…


(vv. 2742-2766)

Como última audición, el álbum músico-poético de Josa y Lambea adjuntan una versión del Dies irae, el poema latino dentro de la misa de réquiem que expresa la salvación de los elegidos y el arrojo de los condenados a las llamas eternas:

Música: Cristóbal Galán (ca. 1620-1684)
Texto: atribuido a Tomás de Celano o Latino Orsini (siglo XIII)
Valladolid. Archivo de la Catedral



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